El ser humano tiene tendencia al sedentarismo. En un primer momento de su tráfago de la humanidad andaban en grupos y errantes por el área circundante, luego de descubrir lo poco práctico de éste hábito y las técnicas tanto para el cultivo de plantas proveedoras de frutas y vegetales como para la cría de animales en cautiverio.
Estos dos elementos, hicieron posible su asentamiento en un solo lugar bien cerca del mar o de ríos que le sirven de medio de transporte y de provisión de alimentos para dar inicio al proceso de urbanización que ha sido indetenible hasta ahora.
Las ataduras de la vida
Asentarse en un lugar, establecer relaciones de pareja, tener descendencia, vivir en comunidad crea rutinas en las que el hombre se siente muy cómodo. La permanencia en un lugar crea una estructura social jerárquica basada en la relaciones de poder y en la disposición de recursos materiales.
La estructura no se refiere a la armazón que sirve de sustento y la estabilidad a una construcción ubicada en un lugar físico. Hay otras que no se ven pero crean compromisos y ataduras que limitan tanto la acción como el proceso de toma de decisiones que pueden resultar convenientes para el individuo.
La ruptura del círculo de comodidad le obliga a enfrentarse situaciones desconocidas que posiblemente impliquen el uso de recursos muy limitados, contextos llenos de incertidumbre que lo hacen dudar.
En términos biológicos, las especies sobreviven en el tiempo gracias a la posibilidad de reproducirse y la capacidad de adaptarse a los cambios en el entorno; el hombre debe librarse de esas estructuras pesadas que lo limitan y le restan la posibilidad de cambiar una vida rutinaria, gris, escasa de contenido por otra plena de retos, de sentido y de matices.